San Cristóbal de las Casas es un lugar pequeño. Sencillo, acogedor, dulce. A veces las camionetas se atoran en sus angostas calles y es necesario empujarlas manualmente. Vive a plenitud su título de Pueblo Mágico.

Cuando cae la tarde, San Cristóbal se tiñe de un color naranja fuego que domina plazas y edificios. Cuando llueve, parece que se viaja en el tiempo.

Al transitar por sus calles principales uno llega a toparse con personas originarias de San Juan Chamula, que fueron expulsadas de esa comunidad y ahora intentan rehacer su vida en San Cristóbal. Las mujeres chamulas son imperdibles en sus largas faldas de lana negra cuando ofrecen a los turistas sus chales y ponchos tejidos.

Hoy San Cristóbal de las Casas se ha llenado de mil colores para recibir al Papa Francisco. Más de 70 mil personas se dieron cita esta mañana para recibir al primer Pontífice latinoamericano, quien ofició una Santa Misa para las comunidades indígenas de la región.

Ya antes había sido recibido en Chiapa de Corzo por Manuel Velasco, Gobernador del Estado de Chiapas, y en San Cristóbal mismo por Monseñor Felipe Arizmendi, Obispo de San Cristóbal; Marco Antonio Cancino, Presidente Municipal; y Enrique Díaz, Obispo Coadjutor. Pero ésta, la del pueblo, la del corazón y sangre de Chiapas, era la bienvenida más esperada por el Santo Padre.

Decenas de miles de personas recibieron a Su Santidad en San Cristóbal de las Casas. // Imagen: @ConElPapa

El representante de San Pedro habló de la Ley de Dios, una Ley que busca dar justicia a los hijos que más sufren. También a ellos ofreció Francisco palabras que reconfortan, y les enfatizó que no están solos. Recordó que Dios comparte el anhelo milenario expresado en el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas. Dios también siente el deseo de luchar contra la opresión y el maltrato que tantos de sus hijos sufren todos los días.

Con fe más fuerte que nunca, el pueblo de San Cristóbal refrendó su juramento de lealtad ante la Iglesia, una lealtad que funde en una sola creencia el misticismo prehispánico y la certeza del amor de Cristo. “Somos descendientes del pueblo maya, estamos unidos en el corazón del cielo y el corazón de la tierra,” declararon los obispos. “Creemos en un solo Padre y Madre Dios.”

Su Santidad se dirigió con profundo respeto a la identidad indígena al permitir que partes de la misa se oficiaran en los siete idiomas que se hablan en Chiapas además del español. Ese gesto de comprensión y empatía fue apreciado y adorado por todos los asistentes, quienes agradecieron profundamente al Santo Padre su sensibilidad. “Así podemos escuchar lo que Dios nos quiere decir y hablarle en nuestra propia lengua.” Posteriormente, el pontífice recibió como obsequio copias de la Biblia en los idiomas chiapanecos. Un puente más que se construye para que México hable con Dios.

El Papa oyó palabras en tzotzil, el idioma de Zinacantán. Éste es un pueblo chiapaneco que sobrevive gracias al cultivo de las flores, mismas que crecen en enormes invernaderos que es posible apreciar cuando se desciende hacia el pueblo por el monte. Es una tierra de lluvias frecuentes y tortillas de maíz negro rociadas con una botella de buen pox.

El Papa se dirige a los fieles chiapanecos // Imagen: @ConElPapa

Dentro de su Homilía, el Sumo Pontífice habló por primera vez del tema de la ecología. Ante sus ojos, el sufrimiento de la tierra se origina en el corazón manchado de los seres humanos:

“La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire, y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto (…) Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia.”

El Santo Padre continúa su discurso contra las élites del poder, esta vez hablando enérgicamente contra los despojos de tierras del que por décadas han sido víctimas las comunidades indígenas. Denunció abiertamente a las personas “mareadas por el poder, el dinero, y las leyes de mercado”, y también evidenció a quienes maltratan y discriminan a estos grupos. “Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!”

Nunca antes un líder religioso y político había hablado a las comunidades indígenas chiapanecas con tanta franqueza, tanta apertura, tanta comprensión, tanta dulzura. Este Papa cumple perfectamente su rol de Jefe y Padre, ofreciendo ternura infinita, consuelo, y un discurso de defensa cuyo peso ante las autoridades mexicanas no pasa desapercibido. Francisco representa al pueblo tanto en la corte humana como en la divina.

Su Santidad contempla con agrado la fe de Chiapas. // Imagen: @ConElPapa

La multitud extasiada aclamaba al Papa que verdaderamente escucha lo que necesitan decir. “¡Tenemos un Papa al lado de los pobres!”, gritaban una y otra vez. “¡Tenemos un Papa al lado de los pobres!” Quizá por primera vez, los indígenas podían tener la certeza de que no están solos.

Y ellos, con la gratitud que distingue a Chiapas, tampoco le dejaron solo a él. “¡Francisco, amigo, los indios están contigo!”, insistía la gente al finalizar la ceremonia. El pontífice fue despedido entre música de banda, mariachi, marimba, porras, alabanzas, y cuanta prueba de devoción fue posible mostrarle. Posteriormente, se trasladó a la Curia Episcopal y después tuvo una comida con representantes indígenas y el séquito papal.

Kajvaltike toj lek, dijo el Papa. “La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma.” Pero hoy, frente a miles de personas en San Cristóbal de las Casas, la palabra del Papa Francisco fue el auténtico bálsamo espiritual.

Michelle López