Foto: José Luis Ortiz Garza

Foto: José Luis Ortiz Garza

Lo encontré hace tres años en una milpa.

-¡Buenos días!

Dejó la guadaña con la que destazaba la cizaña.

Rodeó un charco, ridículo remedo del Lago de Texcoco.

Corteza de roble esa mano que tímidamente asió la mía.

Trinidad Sánchez Carmona: “Don Trini”.

Noventa y un años. Con tataranietos.

Y seguía de sol a sol. Invicto.

Nacido en esos rumbos, San Juan de los Jarros, Estado de México.

Del reparto agrario quedaron hileras de surcos con cientos de propietarios.

Conocía perfectamente su genealogía.

Y a los lugareños, indios Mazahuas muchos.

Le pedí una foto.

Y me regaló este Van Gogh.

Que es un poema de León Felipe.

Y una novela de Dostoievski.

Y la sinfonía Pastoral de Beethoven.

Un largo documental resumido en un fotograma.

Todo eso.

Que pase al frente El Principito y nos instruya:

“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos».

Suficiente.

Nueva mirada al óleo.

A ese rostro maquillado por el sol, el viento, la lluvia, el frío y el arduo trabajo.

A la brutal imagen de nuestra historia reciente.

La del campesino que ni observamos ni comprendemos.

Más aún, lo esquivamos.

Excluido de la coreografía mediática dominada por los puntos de rating.

Y se supone que somos universitarios.

Que nos formamos para ayudarle.

Su vida es una antología de textos de sociología, historia, psicología, economía, literatura, medicina…

Pero no dialogamos.

No la estudiamos.

No encaja en nuestros libros de tapas duras, papel cuché, elocuentes gráficas, perfectos resúmenes y preguntas de repaso.

Escritos en Boston o Londres, y traducidos en elegantes oficinas.

El caso es que allí no cabe Don Trini, ni sus enseñanzas.

Y quizá sea mejor.

No arrojar perlas a los puercos, recomienda la Escritura.

Lo prefiero en la milpa que en la maleza de cuestionarios de opción múltiple, o de falso y verdadero.

No se mueva, Don Trini, no se mueva, que estoy viendo sus canas.

Esas cejas como cortinas para sus ojos coloreados en sangre.

Las desperdigadas espinas en su barba.

¡Y la mirada!

Profunda.

Enigmática.

Difícil de sostener.

Que parece atravesar la lente, traspasar el ojo, y agitar la conciencia.

Me interpela.

Siento que algo me une a este campesino.

A este hombre rudo y noble con el que me encontré hace tres años.

A este hombre ignorado que dejó su vida entre milpas y huertos.

Literalmente.

Porque murió hace pocas semanas.

Él.

Trinidad Sánchez Carmona: “Don Trini”.

Descansa ya en paz.

En la misma tierra que él trabajó.

Muy cerca de donde surgió esta foto.

Por José Luis Ortiz Garza

***

José Luis Ortiz Garza es director de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, Campus México,  y profesor e investigador de la misma. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Su pasión por la investigación histórica documental se ha plasmado en tres libros sobre la propaganda de guerra y uno más sobre la radio fronteriza en el norte de México. Ha contribuido con capítulos de libros publicados en editoriales de Londres, Viena y Frankfurt. Ha realizado estancias de investigación en Washington Austin y Nueva York, y ha dictado conferencias en numerosas ciudades del país y del mundo. Es miembro de la Academia Mexicana de Comunicación. Desde 2009. Puedes contactarlo en: jlortizg@up.edu.mx