A lo largo de los años se puede decir que la manera de comunicarnos cambia. Especialmente entre los jóvenes. ¿Cambia para bien o para mal? Las opiniones varían. Hay quienes ven los cambios recientes como algo negativo. Sobre todo las personas de generaciones anteriores. ¿Pero en realidad esta época de los millennials es la peor? La verdad es que con estos cambios siempre resultamos criticados los jóvenes. Lo que a nuestros padres les parece raro, a nuestros abuelos les parecía raro de nuestros padres y a nuestros bisabuelos de nuestros abuelos, etc., etc.

Así que, esencialmente, esta generación no es muy diferente a las demás. Sin embargo, algo que nos distingue es que los millennials nos caracterizamos por ser sumamente sociales, por la afinidad y la dependencia que tenemos de la tecnología y las redes sociales. Comparados con otras generaciones, está comprobado que la generación del milenio tiene un alto nivel de estudios de grado superior: algo más de tres de cada diez (33,6%). Por lo tanto, desde un punto de vista académico me parece que no somos la peor generación moderna que ha habido.

A la generación del milenio también se nos conoce por nuestro carácter de boomerang, ya que muchos hemos tenido que volver a la casa de nuestros padres y retrasar la formación de un hogar debido a la situación económica actual: menos oportunidades de trabajo, sueldos bajos y un poder adquisitivo debilitado. La creciente dificultad para encontrar un empleo y acceder a una vivienda es nuestra realidad cotidiana.

Son muchos factores los que afectan las características de esta nueva generación, pero así como los adultos nos encuentran cuantos más defectos pueden, también tenemos nuestras virtudes. Somos los emprendedores del futuro, los innovadores evolutivos de la economía de nuestro país. Y de paso, hay que admitirlo, los limpiadores de la basura generacional anterior a nosotros: una avaricia sin límites y una ambición sin perspectiva. El enfoque individualista y la mentalidad de enriquecerse sin medir las consecuencias ni considerar el bienestar de la sociedad son, en parte, el precio que estamos pagando. Pero aún así, nos caracteriza la actitud de buscar respuestas, cuestionar y mejorar el mundo. Cada vez más se nota la pasión entre los jóvenes de hoy en día. La verdad es que yo, más que “adictos al internet”, “flojos” y “pesimistas”, nos llamaría creativos, innovadores, originales y únicos.

Desde el vegano que busca la preservación del medio ambiente y el cuidado y los derechos de los animales, hasta el artista plástico moderno, el fotógrafo, el escritor, el empresario, el abogado y el médico; millones de jóvenes buscamos mejorar el mundo en vez de adueñárnoslo. Preferimos compartir en lugar de acopiar. ¿Y saben una cosa? Los millenials no nos sentimos superiores ni exclusivos… nuestra esencia es inclusiva. No estamos aislados del resto de la sociedad, ni enojados. Simplemente estamos enfocados y conectados. No creemos en las barreras ni en las fronteras. En el fondo tenemos más similitudes que diferencias con las generaciones anteriores. Nos gusta un buen café, ir a un restorán, viajar, escuchar             música, explorar y aportar. Sólo que nosotros le damos un twist. Por lo general vemos el menú en la pantalla de nuestro teléfono y cuando llegamos sabemos lo que vamos a ordenar.

Los cambios no solo son saludables, sino inevitables. ¿Cómo será la generación posterior a la nuestra? ¿Cómo la percibiremos nosotros? ¿Será una característica de tipo evolutivo el hecho de desconfiar de lo nuevo? Por lo pronto, nos gustaría ser aceptados sin que nos vean como a seres deshumanizados y robotizados por la tecnología. No es para tanto. Igual que un abuelo o una tía, somos sensibles a una sonrisa… o a un “like” 😉

ALEJANDRA TRUEBA CORTÉS

Ciudad de México, 27 de marzo de 1996. Actualmente es estudiante de la UP en la carrera de Comunicación. Viajar por el mundo es una actividad que ha cambiado su vida, quizá el aspecto más importante de su crecimiento intelectual porque la ha hecho reflexionar sobre las cuestiones más importantes de la vida. Ha vivido en Inglaterra, Alemania y Suiza, donde aprendió lenguas y costumbres radicalmente distintas a las suyas. La lectura y la escritura se han hecho una parte importante de su vida porque es la forma en la que puede expresar sus ideas.

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