A más de uno podría sorprenderle que la mente maestra detrás del más grande robo a la Fábrica de Moneda y Timbre madrileña no use un mameluco rojo con una máscara de Salvador Dalí –o, en su defecto, viva recluido en una bodega convertida en un centro de mando clandestino–.

Pero, a diferencia de Tokio, Berlín y los demás atracadores con nombre de ciudad en La Casa de Papel, Álex Pina no se esconde de los reflectores ni de la prensa. El creador de la exitosa co-producción de Netflix y Antena 3 recorre la alfombra roja de los Premios Fénix sonriente, con traje y corbata negra, atendiendo a los medios desplegados a las afueras del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

El productor español jamás lo había tenido tan claro en los más de 20 años que ha trabajado en televisión: el verdadero protagonista es el espectador, y los servicios de streaming sirven para acentuar su papel principal.

“Para los escritores y gente que hacemos series, esta es una época maravillosa, la libertad tiene la audiencia. Ellos deciden cuándo quieren ver las series y en qué condiciones”, dice para MediosUP.

Pina es un “viejo lobo de mar” en lo que respecta a darle vida a una historia en la pantalla chica, y ha tenido que adaptarse a la evolución en la manera de consumir contenido.

En un juego de contrastes, lo positivo para el público puede ser perjudicial para las personas detrás de cámaras: “Ahora se ven las series completas, sin la publicidad que casi siempre es ruido, aunque es algo que nosotros necesitamos para producir”.

La forma de conseguir ingresos no es el único cambio que ha atestiguado el pamplonés de 51 años. Su auditorio se diversifica cada vez más, y las necesidades de cada espectador son distintas.

Los personajes de las series creadas por Álex Pina, como Los Hombres de Paco y Los Serrano, convivían en los barrios ficticios de San Antonio y Santa Justa, respectivamente, inspirados en un entorno local madrileño. La audiencia de estas producciones, a mediados de la década pasada, era en su mayoría española –con grupos aislados de fanáticos en Latinoamérica y el resto del mundo–.

Pero en 2018, los espectadores de La Casa de Papel se cuentan por decenas de miles en los rincones del planeta que abarca el extenso manto de Netflix. Sin embargo, aunque la distribución del material ha sufrido un cambio drástico en los últimos años –para bien, en este particular caso–, la concepción de las historias permanece igual.

“Hacemos la misma serie con la misma pasión y autocrítica. Siempre hemos tratado de tocar temas universales, aunque sean locales, aunque sean españoles. Hablamos siempre de la ambigüedad del bien y el mal, de cosas que son universales y reconocibles en todo el mundo”, explica.

En 2018, La Casa de Papel recibió las distinciones de mejor serie dramática en los Premios Emmy Internacional y mejor serie en los Premios Fénix, consolidándose como una de las series más exitosas de habla hispana en la actualidad. Esto conlleva una gran responsabilidad que el equipo detrás de la producción asume de cara a la siguiente temporada.

“La hemos hecho (la tercera temporada) con muchísimo cuidado, con muchísima alerta. Con el objetivo de no decepcionar a tanta gente”, asegura Pina. “Tiene el mismo ADN, pero es más espectacular y espero que todos disfruten”.

El futuro de los atracadores más buscados de España continúa por los aires, pues lo único que Álex Pina nos pudo revelar, entre risas, fue el nombre de la ciudad que adoptaría si llegara a ponerse la ya icónica máscara de Dalí: Bangkok.

Héctor Tapia Martínez