Una beatificación es una fiesta de la Iglesia que es celebrada, de manera especial, por todos aquellos que fueron cercanos al personaje en cuestión. El sábado 27 de septiembre el parque de Valdebebas fue escenario de la gran huella que dejó Álvaro del Portillo en España y en todo el mundo.
Foto: Carmen Quintanilla

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La misa en honor de su elevación a los altares implicó un gran esfuerzo de coordinación estratégica que resultó en un evento masivo en el que cada uno de los fieles pudo aplaudir a la memoria del ahora beato.
Parte de la organización del evento estuvo a cargo de un enorme equipo de jóvenes voluntarios que guió a cada uno de los asistentes desde su llegada al parque por medio de los más de mil 600 autobuses que se movilizaron al lugar. Los 200 mil feligreses portaban un boleto previamente solicitado por Internet que asignaba una zona específica del parque con código de color y número. A esto se suman los asistentes que no se registraron, que también llegaron a participar de la misa con gran entusiasmo.
La mayoría de los asistentes llevó sus propias sillas, muchas de cartón, para sentarse a lo largo de Valdebebas. Otros, muy privilegiados, tuvieron lugares con silla en la parte delantera; entre ellos destacan colaboradores del Opus Dei, invitados especiales y personas con alguna discapacidad.
Foto: Carmen Quintanilla

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Un equipo de más de 3 mil 500 voluntarios se encargó de asignar los lugares previamente impresos por áreas, distribuir agua y jugo para sobrellevar el calor, apoyaron en la distribución de la comunión junto con los sacerdotes y coordinaron a los reporteros de medios de comunicación de todo el mundo.
Foto: Carmen Quintanilla

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Además, hubo detalles que hicieron de la ceremonia un acto multicultural e incluyente, como las flores, que fueron donadas por una guatemalteca, o los lienzos y ornamentos sagrados, que fueron confeccionados por conventos de clausura de diferentes partes del mundo como Uganda, Irak y Filipinas.
Este trabajo en equipo también trascendió a distintas esferas de la Iglesia. En aras de tener un evento a la altura de la ceremonia que fuera al mismo tiempo sencillo y sobrio se reutilizaron materiales de la Jornada Mundial de la Juventud como los confesionarios y las umbrelas eucarísticas (sombrillas que señalaban los puntos para comulgar). Asimismo, la asociación La Veguilla que emplea a discapacitados en invernaderos, regaló las 10 mil 000 flores que adornaron las inmediaciones del altar.

Lo anterior resalta una de las virtudes más reconocidas del beato Álvaro del Portillo, quien dedicó gran parte de su tiempo al frente de la Obra para expandirla por el mundo y ayudando a los más necesitados. El evento de su beatificación en sí mismo es fruto de sus enseñanzas y su labor como prelado.

Carmen Quintanilla