Pese a protagonizar múltiples enfrentamientos con sus adversarios en la campaña, durante la misma, el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador prometió que, en el caso de ganar, se reuniría con sus contrincantes para impulsar la reconciliación y la unificación del país.

Ahora es tiempo de cumplir aquella promesa. Por el momento, solo se ha reunido con José Antonio Meade.

En un encuentro celebrado el pasado 3 de agosto, el próximo dirigente remarcó la gran persona que era Meade y lo dispuesto que estaba para generar el bien de México y los mexicanos. Con todavía dos reuniones pendientes, el 15 de agosto, mencionó que buscará un encuentro con el panista Ricardo Anaya. Sin embargo, por la apretada agenda del próximo dirigente, no se cuenta con una fecha definida.

Esta postura de acercamiento marca una ruptura con el pasado de López Obrador. En 2006, ante la victoria del abanderado panista, Felipe Calderón, el entonces contendiente perredista aseguró que hubo robo de votos y un complot para que él no fuera el ganador.

En aquella ocasión, no solo no manejó un discurso de reconciliación, sino que comenzó a referirse al político blanquiazul como “Presidente Espurio” y encabezó un plantón de 47 días en Paseo de la Reforma.

El rechazo a los resultados y el manejo de un discurso beligerante se repitió en 2012, tras la victoria de Enrique Peña Nieto, el candidato priista. Ante su derrota, López Obrador afirmó que hubo compra de votos y corrupción, y comenzó una gira por todos los estados del país.

Pero después de 12 años de campaña, el líder de Morena ganó la candidatura presidencial en este 2018 y optó por un tono conciliador. ¿Qué fue lo que cambió?